El director del canal estatal, Miguel Solé, fue a confirmarles a los diputados que la oposición política está censurada en la pantalla del Estado. Pero esta vez, la decisión siniestra tuvo una explicación propia del ácido cinismo de quien fuera el jefe de la Banda de los Pampeanos.
Solé dijo, muy suelto de cuerpo, que “su” canal “está abierto a las expresiones políticas. Lo que pasa que tienen que hacer algo para salir”. Cuando le preguntaron qué tenía que hacer concretamente la oposición, planteó: “Lo que tiene que hacer es hablar, hacer algo, tener actividades relevantes”.
ANTI-FASCISMO
Lo que sorprendió en la reunión de Comisión fue la ausencia de esos representantes de la oposición, como si quisieran darle la razón a Solé. No estuvieron ni Juan Carlos Scovenna (ARI), ni Mario Cayre (MAPA), ni Adrián Peppino (Socialista).
El encuentro en la Cámara de Diputados se había convocado, en realidad, para analizar la idea oficialista de que el canal se convierta en una sociedad estatal, buscando “agilidad administrativa”.
El diputado del Frente ARI Juan Carlos Scovenna dijo que no asistieron porque “con el fascismo no se debate, se lo combate”. La ausencia opositora en el debate estuvo clarísima. No tan clara es la presencia en el combate.
PUERTAS CERRADAS
Mucho más allá del vedettismo de los dirigentes opositores –que interpretan que lo más grave del descaro en el manejo informativo es que ellos no aparezcan– la administración de la pantalla estatal es penosa por unos cuantos otros aspectos.
La censura no se limita a los opositores políticos, sino también a otros sectores sociales y a la diversidad cultural en general.
No hay espacio, en el canal, para los reclamos gremiales, las discusiones de interés en la comunidad, los escándalos judiciales que protagonizan los funcionarios.
La pantalla se ha ido cerrando cada vez más desde que el justicialismo consideró que el Canal 3 puede servir como herramienta electoral y de disciplinamiento social.
Primero se utilizó como si se tratara del espacio que los gobiernos manejan a su antojo. Luego fue el canal “del partido”. Más tarde el canal “de los funcionarios”. Ha ido quedando reducido a un fragmento de nenes mimados, integrado por las familias y los clanes que tienen peso en el PJ.
A tal punto llegó la mordaza que quedaron fuera del círculo privilegiado los capitostes de Convergencia. Sólo entonces la vicegobernadora Norma Durango elevó la voz denunciando la censura. Antes, mientras ella no se vio afectada personalmente, cerró el culo.
CAMBIO DE CARDUMEN
Pero además de las ausencias en la pantalla, las presencias son insoportables: ya no está –por suerte– Miguel Angel Loggia, pero el gobernador Verna aparece todo el día cortando cintas. Ya no está –por suerte– Oscar Christensen, pero la parcialidad en el tratamiento de la información es desfachatada. Y ya no están unos cuantos personajes de la época marinista, pero hacen pie el cardumen vernista y los históricos comunicadores a sueldo.
Una de las cosas que dijo Solé en Diputados es que tampoco hay lugar para programas políticos. El argumento utilizado es una falacia: dijo que no tenían audiencia, como si esa fuera la expectativa de un canal que se plantea como no comercial.
Pero además, ¿qué oferta tenían los televidentes de “programas políticos”? ¿Merecían ser llamados “programas políticos” esos espacios berretas, plagados de mentiras y alevosas chupadas de media?
9/18/2007
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