9/07/2007

LA SOMBRA DE CATALINA


La noche está ya lo suficientemente entrada, en Santa Rosa, el remolino de energía se dirige indefectiblemente, imperturbable, degradando el brilloso amarillo de luces de mercurio, hacia esa posada, esa pulpería estilizada con apariencias de bar en donde la penumbra preconiza la caída de cerrojos de prejuicios estúpidos e inhibiciones malparidas, insinuando la posibilidad de explosiones indómitas de imaginación, creatividad y de vuelos, tal vez ficticios o tal vez reales, para el caso da igual.Adentro la mirada de Lennon y la sonrisa de Ernesto Guevara aunándose a la imagen de Chaplin hacen lo que mejor saben hacer; provocar.¿Qué le estás devolviendo a la vida?, parecen preguntar recordándome mis materias pendientes, mis miserias y mis debilidades más recónditas, sumergiéndome en ese abismo espectral que recurrentemente me persigue. Como si fuese la tabla salvadora en un naufragio me aferro a la barra y al efecto tranquilizador de la banqueta que me asienta; del otro lado está el posadero, al cual conozco sin recordar su nombre, del que tengo la certeza de que en realidad se trata de un sabio, brujo, hechicero que mientras nos expende alcohol nos expropia impunemente al mismo tiempo, nuestras vivencias más valiosas.A mi lado un viejo Rocker-man con las lanas hasta los hombros, sobreviviente de la época del Flower-Power y de la vida en comunidades, entre sorbo y sorbo me recita su sentencia mas lograda: “¡Todo lo que intenten venderte es pornografía!”. Le rebato: “¡Pero si ayuda a construir mi deseo es una inversión, no un gasto!”. No hay acuerdo… entonces para superar la tragedia del choque de cosmovisiones, le sugiero al posadero que inserte en el reproductor una grabación de un grupo de muchachos que momentos antes me voló la cabeza con su música. El posadero mira el C.D. con desconfianza, y me pregunta: “¿Cómo se llaman?” “¡Catalinatom!”, respondo. “¡Son bien Pampeanos!”, agrego.“¿No joderán con esto de la pampeanidad de la que hablan los escritores, no?”, me pregunta. “¡Mirá que yo con eso no estoy de acuerdo!”, completa.“¡Y sin embargo cuando los escuches, te vas a dar cuenta que no pueden ser de otro lugar que no sea La Pampa!”, lo descalifico.Suena la música, se escucha la poesía, me sumerjo en el mismo goce, que momentos antes en el Aula Magna no me dejó ni siquiera aplaudir, la voz de Juani tan añeja y joven al mismo tiempo, el sampling que conecta las cuerdas de la guitarra de Mauricio a las arterias de su corazón que no dejan de doblarse haciendo que los sonidos puedan verse y los colores tocarse, el bajo y la batería que se hacen el amor en las postrimerías del escenario y una segunda viola casi omnisciente y conciliadora que compendia eclécticamente a todo el andamiaje; en donde los aires de milongas se amalgaman con acordes que condensan a Clapton a Gilmoore a Stive Vae o a Sartoris. Confirmando que la música es universal. Construyendo música con lo que nadie quiso –como diría Morisoli– los chicos logran corporizar a las figuras espectrales de El Bardino y del Guri Jaquez. Siento que los dioses del vino y de la música se han apiadado de nosotros.Por último el viejo Rocker me comprende y vuelve a sentenciar: “¡Te estás negando a construir el duelo de lo que acabás de presenciar, pero es inútil porque todo es un viaje de ida, tené por cierto que cuando los vuelvas a ver y a escuchar ni vos ni ellos ni la música serán los mismos , por suerte!”. Y agrega: “¡Ahora todo lo que queda de lo que fue, es sólo la sombra!”.No hay nada mas que decir, empinamos lo último que quedaba en nuestros vasos y sin despedirnos partimos cada uno en distintas direcciones.
Julio Litterini
Foto: La Princecilia

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ey che, cuántas direcciones tienen en la revista???
qué rara la nota de catalinatom, no sé, rara me pareció. No digo que esté mal, pero es difícil comprenderla...
un abrazo
claudio