La “democracia” capitalista no sólo hace trampa porque considera que el mentado “gobierno del pueblo y para el pueblo” se limita a convocar elecciones cada tanto y desecha otros mecanismos participativos.
No sólo hace trampa porque la definición de ese voto está sometida a violentos tironeos de la peor especie, y una buena proporción de los ciudadanos lejos de sufragar libremente lo hace bajo presión, extorsión o miedo (ni hablemos de pretender un voto con convicción y espíritu crítico, porque eso ya parece demasiado...)
El sistema no sólo hace trampa porque se vende como el modo en que se seleccionan las mejores propuestas y en realidad no existen verdaderas plataformas electorales, ni debates, ni cruce de ideas entre los postulantes.
No sólo hace trampa porque, en abundante proporción, los candidatos electos se cagan en lo que difundieron y prometieron. Y más aún: llegan mintiendo –porque así se logran más votos– y después traicionan a favor de las corporaciones y poderes instituidos, aplicando la lógica que Antonio Cafiero le confesó a Pino Solanas en la película “Memorias del Saqueo”.
Los candidatos –sobre todo los que ganan o están cerca– nunca exhiben sus intereses, ni para qué lado juegan (y por algo será...). Y no utilizan argumentos para pedir el voto, sino más vale los bienes materiales, el pánico o las operaciones políticas de baja estofa.
MENOS MANOS
Pero hay, finalmente, una trampa más de la “democracia” capitalista, que consiste en la aplicación de leyes, reglamentos y sistemas electorales que reducen la participación ciudadana y dejan en menos manos la llamada “representatividad” del pueblo.
Los medios más importantes, las fuerzas partidarias y la opinión pública reproducen, después de las elecciones, los porcentajes que las autoridades judiciales asientan en sus planillas.
El sistema se garantiza a sí mismo que los votos en blanco no sean tenidos en cuenta: son ciudadanos que no existen. Ni qué hablar de aquellos que anulan su sufragio. Y mucho menos de los que ni concurren al acto eleccionario.
CIFRAS REALES
Si tomamos las cifras reales, llegamos a la conclusión de que el “contundente” triunfo del PJ, la “tremenda” victoria electoral, consiste –en realidad– en que el oficialismo se llevase un solo voto de cada 3 pampeanos habilitados a sufragar.
Jorge es gobernador electo con el 36,6% del voto de los pampeanos habilitados en el padrón. O sea: está lejos de representar a la mayoría.
Lo mismo ocurre con el electo intendente Juan Carlos Tierno, que apenas llega al 30,6% de los votos de los santarroseños en condiciones de elegir a sus autoridades.
MÁS POR MENOS
Esas normativas, esos sistemas, son los que permiten que las mayorías –hegemónicas a veces– se construyan a partir de menos exigencias; pero a las minorías les reclama mayores logros.
Ese régimen es, en gran parte, hijo del histórico bipartidismo argentino (que en La Pampa, siempre retardada políticamente, sigue teniendo vigencia). Y que además encontró mayor fuerza institucional a partir de la reforma constitucional del ’94 que pactaron menemistas y alfonsinistas. La lógica es evidente: repartir la torta entre dos grandes fuerzas para dejar al margen a los demás.
1 comentario:
y bue....,lamentable lo de la continuidad, porque nada tiene que ver con obras o personas que merezcan continuar...pero muchos consideran que así vamos bien, ni hablar de la inseguridad que se terminaría a partir de la mano dura de JCT (jajajaja); cuando en realidad lo que tiene que dar es trabajo, pero del trabajo digno hablo y no de trabajo temporal...que se transforma en eterno...
Yo escribo y pienso..., nada de esto les importa...ellos siguen
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