“Estimo a aquel que aprueba la conjuración y no conjura; pero no siento nada más que desprecio por esos que no sólo no quieren hacer nada sino que se complacen en criticar y maldecir a aquellos que hacen".
Te juro, Baretto que no tengo nada que ver, ni siquiera me gusta el teatro. Fui por acompañar a alguien con fundamento ineludible. El nombre de la obra está precioso, “Nueve Rosas”. Es una invitación a emociones o perfumes de otros siglos.En forma dispar estaban ubicados los asientos (¿rompieron el escenario?), los actores nos hablaban, nos dejaban en custodia los objetos de que se servían para asumir los distintos personajes que tocaba representar. Detrás un “milico” se dirige a su subordinado... contesta un “cura” en el otro ángulo del salón que ya gesticula con su mano encomendada a servir a su virilidad... Allá va la luz... Onírico. Severino en camisolín se lava la cara en la palangana, mientras enoja con sus palabras a la aristocracia, al gobierno, a la iglesia, a la milicia, a norteamérica. El actor recita apasionado, tembloroso, más enamorado que anarquista, más poeta que mártir: "El amor, el amor libre, exige aquello que otras formas de amor no pueden comprender. Y nosotros dos, rebeldes divinos (jamás nadie podrá llegar a nuestras cumbres), tenemos derecho a desagotar el pantano de la moral corriente y cultivar allí el inmenso jardín donde mariposas y abejas puedan satisfacer su sed de placer, de trabajo y de amor".En fragmentos, actitudes y discursos se cuenta una historia argentina. El momento es muy activo. No disponíamos de tiempo para reponernos de una escena, que ya dispara un nuevo simbolismo, casi deja vú... Detrás, allá, acá al lado. Asustaba la señora que retaba... a veces nos retaban a nosotros, tenía gorra de militar y botas (y una niñita abusada entre las piernas). Severino es fusilado a los 29 años, por orden del presidente Félix Uriburu, en febrero de 1931, por anarquista, loco ponebombas y discurso peligroso. Descripto como el "hombre más maligno que pisó tierra argentina". Estaba enamorado también (debiera ser un agravante para el juicio de la historia: para quien asesine a un hombre enamorado, ¡mil años de cárcel!). Cuando se conocieron, América Scarfó era una changuita de 15 años. Fusilan a su hombre, Severino Di Giovanni, quien hace dos años comparte su huida con ella y al día siguiente a su hermano, Paulino Scarfó. Ambos con evidentes signos de tortura. Aguanta, aunque el mundo se le viene encima a los 17... Tanto aguanta que recién en 1990 y pico le devuelven las cartas que Severino le escribió... estaban en “custodia” del estado. Confiscar cartas de amor... ¡qué buen trabajo! ¡Así se cuida la seguridad nacional!Desfilan situaciones, frases, sentencias y composiciones gramaticales que remiten a momentos de historia violenta, se desliza la atmósfera porteña del pasado, instalada en una escenografía abstracta, los actores hablan desde el tiempo más que desde el espacio. El autor aplica recursos intensivamente, pero del mundo filosófico, o metafórico o de la memoria social... cartas que se escuchan, noticias publicadas, bombas que explotan.Ya oíamos el motor del Falcon verde calentando... Me recordaba a una puesta de Norman Brinski en el ‘86 en calle Corrientes, “20 años no es nada”, se llamaba. Salimos hechos mierda.Así como el secerdote cura reta a los cuatro que están en misa por los otros que no van, el autor de la obra despacha: no hay inocentes, y nos carnea a nosotros, ¡¡¡los que fuimos a verla!!! Duele, la obra... y no sé si es necesario o para bien. Sí, hay amor, pero entre los amantes... el guión demuestra un enojo por la injusticia pero no está convencida acerca de cuán bello o bueno queda por rescatar, te deja rengo, te deja solo, te culpa. Aún así, me parece indispensable esta creación, es un hallazgo, es la forma. Encontrar un muerto como este, avivarlo para la poesía, da vuelta un partido perdido, invita a otra epopeya. Reniega de la historia que lo ignora deliberadamente. En su ignorancia, quienes lo mataron y matan al insurrecto de presunta pluma viperina, desconocen el error que cometen a su causa; ya que cada pedazo que se desparrama en su caída, se transforma en otro igual. "Severino, Severino, la policía". El se despierta apenas, la acaricia y le responde: "América, no, son los pájaros... duerme... duerme".Severino y su causa están más vivos que nosotros; y su lucha nos precede también. Tranquilos, la rebeldía es invencible, el bien cunde secreto.Celebro este nuevo dolor que nunca me había dolido.
Felisa Raspo
12/19/2007
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