2/16/2007

UN EX MINISTRO EN UN CRUCERO DE LUJO



-Viste lo que es tener contactos, ¿no? -dijo sonriente el ex ministro marinista Raúl Reyna y alzó su copa de champán cuando nos cruzamos en las suntuosas escaleras del crucero "Costa Romántica", repletas de mármol, bronce y madera.
Era una broma, según pareció. En medio de los brillos de un barco de lujo, el ex funcionario se refería al modo en que había conseguido su bebida espumante, que arriba de esa enorme ciudad acuática se cotiza en precios prohibitivos para los bolsillos comunes.
Reyna comentó, como justificándose, que había accedido a esa esplendorosa copita de champán gracias a que en el viaje lo acompañaban algunos "amigos cruceristas" que resultaban privilegiados aún dentro de los privilegiados.
Viveza criolla. O "contactos".

Hombres de suerte

El boleto de viaje es alto, inaccesible para un trabajador normal: vale entre 990 y 2.300 dólares por persona, según el lugar de ubicación (hay cabinas internas y externas, que dan al mar; hay mini-suites, suites y suites con balcón). A esa cifra hay que sumarle impuestos y también tasas portuarias (176 dólares por persona) y tasas de servicio (48 dólares por un adulto, 24 por un menor de 14 años).
El ex ministro de la Producción y ex responsable del comité de vigilancia de la Zona Franca durante el marinismo estuvo acompañado por su mujer, dos hijos jóvenes y una señora mayor. Es decir que sus pomposas vacaciones fueron todo un presupuesto. En algún momento del viaje, no pude evitar un interrogante íntimo sobre su presencia: "¿Cómo habrá hecho para afrontar semejante desembolso?". Traté de consolarme con una respuesta: "Y... a lo mejor tuvo la misma suerte que yo y se ganó un concurso".

Arriba las manos

Si el pasaje está destinado a gente de altos recursos, ni qué hablar la vida sobre el barco, donde el costo de cualquier consumo se multiplica varias veces respecto de lo que se paga cotidianamente.
Algunos ejemplos: un litro de cerveza vale, a bordo del "Costa Romántica", 10 veces más que en el almacén de una esquina de Santa Rosa; un minuto de teléfono sale 24 pesos; un CD para guardar fotos digitales, 30 pesos; una foto normal, en papel y medidas habituales, 45 pesos.
Por otros servicios que se ofrecen mejor ni preguntar: el salón de belleza y peluquería, lavandería, masajes. Igual llegamos a ver un cartelito de promoción: 25 minutos de masaje de cuero cabelludo más 25 minutos de masaje en pies y tobillos por 210 pesos.
Hay, por supuesto, vinos de 100 dólares o más. Y a bordo se venden, a precios exorbitantes, celulares y productos electrónicos. En el shopping, en la boutique y en la bodega, mientras navegan, los ricos y a veces famosos despilfarran pequeños vueltos de sus fortunas sin ponerse a pensar en el precio de las etiquetas.
Invierten en joyas distinguidas, alhajas exclusivas, relojes primorosos, glamorosos perfumes, brillantes, ámbar del Báltico, cristales austríacos, antiguo arte veneciano en vidrio, zapatos, carteras, sombreros y souvenirs.
Los pasillos son un desfile de marcas como Gucci, Valentino, Guess.
Aunque sobre la nave todos los precios están señalados en dólares, para estimular el consumo en ese antro ultracapitalista, los viajeros no manejan dinero en efectivo, a no ser en el casino y ante la eventualidad de gastos médicos. Para el resto de las transacciones, se accede a una tarjeta que el crucero diseña especialmente. En ella se asientan todos los consumos, y al final del viaje se informan los gastos. Se incluye, bajo esta metodología, el pago de las propinas (un 15 por ciento del consumo).
El barco también oferta excursiones -la mayoría de ellas entre 150 y 400 pesos por persona- en todas las ciudades en que se detiene.

Viaje "trucho"

Reyna hizo lo que la mayoría de los pasajeros: se sacó fotos con el capitán del barco, se metió en el jacuzzi, disfrutó de la pileta, se sumó a excursiones cuando bajó a tierra, guardó sus mejores ropas para la "noche de gala", brindó en Nochebuena y pedaleó en las bicicletas fijas para hacer un poco de gimnasia.
Durante la semana que duró esa travesía, ida y vuelta de Buenos Aires a Río de Janeiro (entre el 22 y el 30 de diciembre), nos cruzamos con Reyna algunas veces. Hablamos trivialidades: el clima, el movimiento del barco, la tendencia femenina a comprar ropas.
El ex ministro dijo que estaba "disfrutando con la familia" de ese crucero diseñado especialmente para la práctica de un turismo para potentados que quieren hacerse atender las 24 horas.
El barco zarpó el 22 de diciembre a las 5 de la tarde.
El día anterior habían quedado libres los ex funcionarios que fueron procesados por el caso de los "viajes truchos". Reyna formó parte de esa causa, estuvo imputado y declaró como sospechoso de haber cometido un delito, pero finalmente el juez Jorge Luis Howe dictó la falta de mérito: su firma aparecía en una sola de las boletas puestas bajo la lupa.
Si hubiera estado en el bando más complicado, Reyna se hubiera perdido el crucero. Y éste sí que no fue un "viaje trucho".
En broma, el contador podría reflexionar -como imitando a los punteros que pintaron carteles diciendo que "gracias a Elsa conocimos el mar"- que gracias al marinismo se hizo crucerista rumbo a Río de Janeiro.

Juan Pablo Gavazza

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